Cuidar la piel en invierno

La piel tiene una importancia capital en el buen funcionamiento del organismo. Está adaptada para ejercer funciones diferentes, ya que constituye la principal intercomunicación entre el organismo y el medio ambiente. El invierno afecta a todo nuestro organismo, incluida la piel, sobre todo los cambios bruscos de temperatura producidos por el contraste del frío exterior y el calor seco del interior de los edificios.

Las zonas más sensibles a las bajas temperaturas son las mejillas, los labios, el cuello y las manos. El frío invernal provoca que los vasos sanguíneos más externos se contraigan para mantener el calor de las capas interiores, disminuyendo la circulación sanguínea de la piel y provocando una menor oxigenación y aportación de nutrientes. Este déficit de oxígeno y nutrientes expone en mayor medida a la piel a la acción del frío, el viento y los rayos UVA, provocando en muchos casos tirantez y descamación a la vez que la piel se vuelve más frágil, palidece y se agrieta.

Por todo ello es importante seguir algunas pautas para mantener nuestra piel en un perfecto estado.

Hidratar la piel a diario y varias veces al día

Esto resulta especialmente importante para aquellas personas que padecen algún tipo de dermatosis (dematitis atópica, psoriasis, etc). Un emoliente de calidad ayudará a mantener la piel sana e hidratada durante todo el invierno.

Mantener la humedad ambiental

A pesar que parezca que es en verano cuando la piel se seca con más facilidad, en invierno es cuando está más expuesta a la deshidratación por el frío ambiental, la baja humedad y el uso generalizado de la calefacción. Las personas con piel seca, sensible o enfermedades cutáneas que empeoran en invierno deben procurar aumentar la humedad ambiental de la vivienda o lugar de trabajo. Para evitar una sequedad excesiva la casa debería tener una humedad relativa en torno al 60% y una temperatura entre lo 20 y los 21ºC. Es recomendable el uso de humidificadores, sistemas de humidificación ambiental o simplemente la colocación de toallas húmedas o recipientes con agua cerca de radiadores y focos de calor. Estas medidas pueden aliviar también otro tipo de enfermedades como el asma o problemas de sequedad en las mucosas.

Evitar ducharse con agua muy caliente o muy fría

A pesar que en invierno se agradecen los baños con agua caliente esta puede debilitar la protección natural de la piel. Lo ideal es bañarse con agua tibia y no más de una vez al día, dado que aumenta la deshidratación de la piel.

Usar guantes y prendas de abrigo

Las partes más expuestas, como hemos comentado anteriormente, son la cara, los labios y las manos. Es recomendable usar guantes, sobre todo aquellas personas con sensibilidad al frío y que suelan padecer sabañones o fenómenos de Raynaud. La dermatits seborréica también empeora a causa de la sequedad y las bajas temperaturas. En el siguiente enlace puedes consultar las causas y el cuidado del cuero cabelludo afectado por la dermatitis.

Evitar lavarse excesivamente las manos

Las dermatitis de desgaste que afectan al dorso de las manos son más frecuentes en esta época del año, especialmente en personas que por razones laborales se las lavan de forma repetida. Para evitarlo se debe promover el uso de guantes y las cremas con efecto barrera.

Limpieza diaria

Es recomendable también en invierno limpiar el cutis a diario, eligiendo productos suaves y poco agresivos.
Para el resto del cuerpo usar un jabón de calidad y apropiado para cada tipo de piel. Este debe ser suave, de lo contrario puede resecar. Las personas con problemas de piel en invierno deben elegir un jabón balsámico, dermoprotector y con una buena acción hidratante.

Si utilizamos esponja esta debe ser natural y usada de forma suave.

Determinados aceites corporales como Oil Therapy nos aportarán hidratación extra, protección y ayudarán a una mayor regeneración de la piel.

Huir de los cambios bruscos de temperatura

Estos cambios bruscos pueden producir la aparición de capilares dilatados (arañas vasculares) en la cara, sobretodo en las mejillas.

Hábitos saludables

Debemos cuidar la alimentación, procurando aumentar el consumo de alimentos que aporten vitamina C y antioxidantes. Tampoco debemos olvidar hidratarnos correctamente, beber entre 1,5 y 2 litros de agua diarios.

Por otro lado el alcohol y el tabaco inciden muy negativamente en la salud de nuestra piel, generan radicales libres a la vez que favorecen la deshidratación de la piel. Además el alcohol empeora la dilatación de los capilares faciales.

Niños y personas mayores

La piel de las personas mayores posee una capacidad menor para retener la humedad; por otro lado los niños son más sensibles al frío y la sequedad ambiental. En estos segmentos de edad debemos prestar especial atención a la aparición de placas secas, fisuras y escamas.

No olvidar la protección solar

El frío puede hacernos bajar la guardia frente a la radiación solar, por lo que hay que recordar la importancia de usar un protector solar a diario para evitar sus efectos nocivos, como son la aparición de manchas, el envejecimiento prematuro de la piel o la aparición de tumores cutáneos. Debemos tener un especial cuidado si realizamos actividades o deportes al aire libre, sobretodo en la nieve; un buen fotoprotector y unas gafas de sol serán en este caso de uso obligado.